MENSAJE
«¿Queridos hijos: podemos ser todos uno?, les pido la unidad del alma y del corazón; las tareas que les mando realizar son de naturaleza divina; sí es cierto que yo ayudaré a mis hijos de Occidente, pero por encima de esto serán ustedes los que harán posible la culminación de mi triunfo para el plan divino de la gracia de Dios al mundo.
Queridos hijos: miren al Cielo, allá arriba, vean como el viento cuando sopla, mueve todas las nubes al mismo tiempo, el viento sólo las mueve y las lleva con la brisa del cielo a donde Dios quiere; de esta manera vendrá el Espíritu Santo. El hará volar tu alma y la llevará ante Él al unísono con mi Corazón».
Madre, ¿cómo haremos volar nuestros corazones de esta manera?
«Por medio de la consagración; ustedes serán liberados del mundo y capturados por Mí, vayan en paz y amor y el Espíritu Santo los moverá a convertir sus almas»
GUÍA
Nuestra Señora nos llevará de la consagración al triunfo y de allí al Reino del Sagrado Corazón que es la parte de la Corredención en el plan de Dios; de esta manera seremos llevados a la hora final de la gracia. El propósito del triunfo es para preparar las almas a recibir la gracia redentora del Sagrado Corazón. La gracia de la hora final, es la gracia que será otorgada a las almas al momento de proceder a la venida definitiva del reino de Dios sobre la tierra; la hora en que la tierra volverá a su estado original. Nuestra Señora se refiere a la hora final como al segundo adviento que traerá la unión de los dos corazones.
DIRECCIÓN
Las almas consagradas no tienen una necesidad absoluta de mundo material, las cosas de la tierra se olvidan y las almas preservan su ser únicamente para Dios; por lo tanto, nosotros debemos consagrar cada nuevo día a su servicio, uniendo nuestra voluntad a su voluntad en su constante aceptación.
Lo más querido que tenemos es nuestra propia voluntad y Dios nos pide continuamente que se la ofrezcamos como un sacrificio; nada contenta más a Dios que el ofrecimiento de nuestra propia voluntad, sin reserva; feliz el alma que no tiene más voluntad que la de Dios
MEDITACIÓN
¡Oh Inmaculado Corazón de María!, permite que mi alma sea conducida de la manera que Dios desea; te suplico Madre querida, que me hagas saber qué es lo que más complace a Dios. Ayúdame para que mi alma viva en su divina voluntad y para que así pueda traerle el sacrificio de mi voluntad propia como una ofrenda de mi unión con Él. Haz que mi alma vuelva al unísono con los deseos del Espíritu Santo, para que pueda ser llevada solamente a los lugares que Él designe.
«Yo soy la sierva del Señor; hágase en mí lo que has dicho» (Lucas 1:38)
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